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lunes, 29 de agosto de 2016

Ser profetas, sin importar los riesgos

Evangelio de hoy
Revolucionarios de la Ternura
Lectura del santo evangelio según san Marcos (6,17-29):

Cuando escucho este relato bíblico, me anima el ser laico, estar comprometido con la Iglesia que Cristo fundó y ser parte del grupo de profetas, sí; profetas, pues anunciar a Cristo en el tiempo en que vivimos, empieza a ser como en los primeros siglos del cristianismo: un riesgo (Hch, 8, 9-31). Y este pasaje bíblico de la liturgia de hoy de san Marcos, me lleva a mirar a tantos hombres y mujeres que dejaron su vida florecer por Jesucristo, cuando digo florecer significa que murieron mártires por Él, morir así es vivir, nacer, florecer. Los 11 apóstoles, luego se unirá San Pablo, hombres probos que murieron mártires excepto Sn Juan, todos en el sufrimiento que significó cargar la cruz que Cristo había enseñado a cargar. El discípulo amado Juan dicen, no fue mártir y no murió como sus hermanos pero si sufrió persecución ¿será que ser perseguido no es martirio?. Pero volviendo a nuestra realidad cientos de hombres y mujeres siguen muriendo como Juan el Bautista por anunciar una verdad que el mismo Cristo vino a proclamar, “Yo soy la verdad” (cf.Jn. 14,6), Quiero recordar a un sacerdote Jesuita, el padre Rutilio Grande ( https://www.youtube.com/watch?v=O57TTJtb-QE ) un sacerdote como miles que trabajan por cambiar el mundo de las personas que viven a sus lados, por quienes el sistema social injusto les ha quitado la posibilidad de progreso y los margina y los vuelve invisibles.

El padre Rutilio, en proceso de beatificación, fue el profeta que como el Bautista inspiró a tantos entre ellos al ya Beato Monseñor Romero, para seguir las huellas de Jesús, pues esas huellas no se siguen sin una clara convicción por los pobres, los social, los que lloran y mueren de hambre por los que no han sido liberados de la esclavitud del pecado. Yo creo que el seguimiento a Cristo no empieza en el seminario, ni tras la ordenación sacerdotal, ni luego de una retiro para laicos, el seguimiento de Cristo inicia cuando me hago pan para los otros, cuando llego a los extremos de la vereda, cuando el sufrimiento de los pobres se convierte en mi sufrimiento y su gozo el mío (GS 1), cuando el silencio de Dios hace ayuno y mella en mi vida, sólo así las palabras dejan de ser lo que son para convertirse en vida mismo. Cuando llego a las periferias humanas como dice el Papa Francisco y mantengo siempre las ventanas abiertas para recibir al pródigo, cuando estoy en las calles buscando al que sufre, preguntando, indagando con Jesús Eucaristía en mi portaviáticos, cuando no me encierro para descansar en mi poltrona o mi hamaca, cuando meto el dedo en las llagas, cuando siento el olor de la pobreza, cuando los alimentos los comparto y se sirven en platos chiltados (golpeados) y bebo en tazas de hierro, cuando toco tanto la miseria humana que mi sufrimiento ya no importa, cuando como San Francisco beso las llagas de los leprosos y me saben a miel esos besos, en estas circunstancias es que empieza el seguimiento a Cristo, en la experiencia vital (praxis) que el profeta de hoy en día está llamado a vivir sin excusas. Sin embargo al extremo contrario, el de la opulencia, el de la riqueza, es necesario evangelizarlo pues es ahí donde el dolor de la injusticia tiene su fuente, estos otros que también son miserables necesitan conocer de Dios (Lc. 16, 19-32). Cuando he comprendido este itinerario de vida, cuando he entendido el profetismo, cuando quiero ser otro Bautista, otro Cristo, me acerco a la liberación del pueblo de Dios, a la liberación de mis cercanos, si no es así, ¿cuál es el tipo de liberación que proclamamos, cual Cristo?

Con amor Hno. Javier Corall

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