martes, 13 de septiembre de 2016
Es absurdo creer que seguiremos muertos.
Evangelio de hoy 13 de septiembre
Lectura del santo evangelio según san Lucas (7,11-17):
En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y mucho gentío. Cuando se acercaba a la entrada de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba.
Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo: «No llores.»
Se acercó al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo: «¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!»
El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre. Todos, sobrecogidos, daban gloria a Dios, diciendo: «Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo.» La noticia del hecho se divulgó por toda la comarca y por Judea entera.
Palabra del Señor: Gloria a Ti Señor Jesús
Reflexión:
Este texto bíblico siempre me ha llamado la atención por la cantidad de recursos que pone el hagiógrafo para narrar este hecho. En un primer momento se encuentran dos caravanas de hombres la que protagonizaba Jesús (vivo) y la que protagonizaba el muchacho (muerto). Sigue una escena de las que conmueven al escuchar a Jesús dar esperanza a la madre de este joven con la expresión “no llores”, seguidamente se produce el siguiente milagro el de la resucitación del muchacho, Jesús como si fuera propio se lo entrega a su madre. La gente como siempre no comprende y se deslumbra por el hecho.
Al encontrarnos con la vida, es absurdo creer que seguiremos muertos, este chico, esta mamá tienen la fortuna de encontrarse con el Señor en su camino, en su senda, no dicen nada, no hacen nada, simplemente están ahí, lloran están tristes como es lógico ante una situación así. El Señor sabe comprender nuestro dolor, nuestra tristeza y antes que pidamos, antes de hablar, el sabe que necesitamos y tiende su mano. Lo difícil es encontrar ese momento, el del encuentro, el del cruce del camino. Hoy el Señor nos dice a los que llevamos muertos a enterrar, a los que nos llevan a nosotros mismos, no lloren.
Que nuestra fe Señor, sea tan grande que nuestra oración sea el silencio. Amén.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (7,11-17):
En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y mucho gentío. Cuando se acercaba a la entrada de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba.
Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo: «No llores.»
Se acercó al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo: «¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!»
El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre. Todos, sobrecogidos, daban gloria a Dios, diciendo: «Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo.» La noticia del hecho se divulgó por toda la comarca y por Judea entera.
Palabra del Señor: Gloria a Ti Señor Jesús
Reflexión:
Este texto bíblico siempre me ha llamado la atención por la cantidad de recursos que pone el hagiógrafo para narrar este hecho. En un primer momento se encuentran dos caravanas de hombres la que protagonizaba Jesús (vivo) y la que protagonizaba el muchacho (muerto). Sigue una escena de las que conmueven al escuchar a Jesús dar esperanza a la madre de este joven con la expresión “no llores”, seguidamente se produce el siguiente milagro el de la resucitación del muchacho, Jesús como si fuera propio se lo entrega a su madre. La gente como siempre no comprende y se deslumbra por el hecho.
Al encontrarnos con la vida, es absurdo creer que seguiremos muertos, este chico, esta mamá tienen la fortuna de encontrarse con el Señor en su camino, en su senda, no dicen nada, no hacen nada, simplemente están ahí, lloran están tristes como es lógico ante una situación así. El Señor sabe comprender nuestro dolor, nuestra tristeza y antes que pidamos, antes de hablar, el sabe que necesitamos y tiende su mano. Lo difícil es encontrar ese momento, el del encuentro, el del cruce del camino. Hoy el Señor nos dice a los que llevamos muertos a enterrar, a los que nos llevan a nosotros mismos, no lloren.
Que nuestra fe Señor, sea tan grande que nuestra oración sea el silencio. Amén.
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