lunes, 20 de septiembre de 2021

100 días de impunidad. ¿ Cuántos más?

Editorial 
Han transcurrido 100 días del asesinato de Carolina Trujillo, el olvido es la constante en Colombia,  el fogonazo del primer impacto con marchas feministas, defensores de la vida, pronunciamientos y señalamientos buscando culpables es todo lo que hubo.

El furor del momento, aunado a la aún encendida coyuntura de paro nacional, hizo que el caso se tornara más en un asunto pasionalista, que en un tema de total razón y acción.

Hoy todo sigue tal cual como el primer día " se sigue investigando". Un crimen que sólo conmovió la primera semana después de ocurrido sigue en la impunidad. 

Nadie habla de Carolina excepto su familia y sus hijas que tendrán largos momentos de recordarla impotentes al no tenerla.

Como todo en este país, se olvida, la prueba reina de este maldito mal es este caso. Una trabajadora de la empresa de aseo  ISERVI de Ipiales,  quién fue abusada sexualmente y luego  asesinada mientras estaba en su turno como operaria de aseo. 

Como este crimen, miles han quedado en la impunidad, por  un estado con un aparato judicial débil, inoperante,  y desfinanciado sin recursos suficientes para llegar al final de las investigaciones con los resultados que un pueblo indiferente nunca exigirá.

‘tres claves ignacianas’ para entender la sinodalidad

ADN Celam.-  ‘Del Sínodo Amazónico y la Asamblea Eclesial, al Sínodo de la Sinodalidad’ es el nombre del evento, organizado por la red de Espiritualidad Ignaciana, en la que ha participado Mauricio López, director del Centro pastoral de redes y acción social del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam).

“Estamos en un nuevo tiempo para eso estamos juntos y juntas para defender la tierra, los derechos, la vida, para eso estamos juntos los pueblos amazónicos y la Iglesia”, ha expresado López.

Asimismo ha compartido tres claves de espiritualidad que “nos pueden ayudar, yo soy hijo de la Espiritualidad de San Ignacio,  hay 3 claves que nos pueden ayudar a implicarnos en esta dinámica sinodal”.

“En esas claves de palabra viva confirman la Intuición de la Iglesia, del Papa, de este proceso que hay Espíritu Santo, que hay voz profética en esas vidas consideradas periféricas para la Iglesia”, añadió.

Cumplir la voluntad de Dios

La primera es el principio y fundamento “ahí constatamos que somos creados y creadas con un ‘para qué’ producto del amor primigenio de Dios  no como un acto de voluntad autónomo”.

En este sentido –afirma– el propósito mayor de la sinodalidad no es una mejor eficacia o institucionalidad en los procedimientos o métodos de nuestra Iglesia, tampoco la democratización de los caminos de ella o de la sociedad, sino que “se trata de buscar, discernir y responder al llamado para cumplir la voluntad de Dios”.

Por tanto “esto nos invita a relacionarnos entre nosotros y como creado de modo sinodal, ahí hay una condición entonces digamos preexistente al proceso sinodal: ¿estoy abierto a una búsqueda genuina de la voluntad de Dios? a ¿discernir estas claves o tengo ya una resolución  preestablecida de categorías ideológicas de visión del mundo?”.

Encarnación en la periferia

El segundo elemento en el centro de los ejercicios espirituales está lo que se llama ‘la contemplación de la Encarnación’ y “ahí vemos un ejercicio sinodal de la Trinidad: Dios padre, Dios hijo, Dios Espíritu Santo, en un diálogo comunitario expresando una pedagogía de la sinodalidad, dándonos las claves sobre cómo responder al llamado en este momento”.

Al respecto, el laico mexicano asegura que “esta comunidad mirando el mundo primero mira y escucha, para comprender la diversidad y la multiculturalidad todo lo que expresa nuestro mundo que tanto en clave sinodalidad ejercemos ese ver escuchar”.

En tanto se trata de discernir “cómo mira la Trinidad, cómo siente y cómo se implica y un actuar en el dinamismo de la Encarnación en periferia buscando redimir y transformar la realidad, esa clave en la perspectiva sinodal es esencial”.

Finalmente un tercer elemento es ‘la contemplación para alcanzar amor’, donde se concreta el camino sinodal para asumir nuestra vocación, en el que se origina en un para qué.

“Eso es construir Reino desde el amor, salir de uno mismo dar y recibir, comunicar, sabernos invitados a ser co-creadores y contemplativos en la acción en clave de reciprocidad con Dios y con los otros”, agregó.

Por consiguiente –detalla– si no hay un proceso de conversión interna, de apertura al espíritu, todas las claves de sinodalidad se pueden convertir en categorías intelectuales, en documentos doctrinales, pero si no producen esa conversión anhelada, esa perspectiva de cambio, de reforma entonces quedarán en palabras vacías”.

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