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martes, 31 de agosto de 2021

Mensaje liberador de Monseñor Proaño

Por: Monseñor Víctor Corral Mantilla
Para que haya mensaje es necesa￾rio que alguien lo transmita y para que sea liberador es necesario que el que recibe el mensaje se dé cuenta de sus esclavitudes, y se comprome￾ta a ser libre.
Una premisa necesaria, para comprender todo lo que dijo Monseñor Proaño, es entender que su mensaje liberador no es otro que el del Evan￾gelio de Jesucristo. Así, él lo entendió, vivió y proyectó en toda su existencia. No necesitó de ideología, de partido político, de medios poderosos.
Pero fueron los pobres y los indí￾genas, los que no sólo recibieron el Evangelio que él les llevaba, sino que, a su vez, ellos le evangelizaban: es de￾cir, le hicieron conocer, amar y se￾guir mejor a Jesucristo.
La fidelidad a los pobres y a la Palabra de Dios hicieron crecer su espiritualidad, fueron origen de su profetismo e iluminaron toda su praxis pastoral.
De su vida, pensamiento y de su praxis pastoral (...)
1. Monseñor Proaño fue un seguidor fiel de Jesucristo “Monseñor Proaño era un hom￾bre de fe, tenía ideas muy claras extraídas del Evangelio, al que tomaba
en serio de forma valiente cargando
con las consecuencias. Tal era la raíz
de la que surge su vida cotidiana y
las acciones en los momentos decisivos.
Creyó en un Dios cercano, movilizador, horizonte último de la vida, de la justicia, del amor y la verdad.
De ese Dios nos hablaba en sus ho￾milías, en su oración frecuente y larga, en sus celebraciones con las comunidades.
Creyó en Él a la manera de Jesús:
creer en el Padre era, sobre todo, hacer real y efectiva la voluntad de Dios en las cosas cotidianas y en las cosas profundas de la vida. Era creer en la dignidad de hijos que Dios otorga al hombre, también a los pobres y marginados por eso fue un apasionado
defensor de la Vida, especialmente de
la vida de los pobres de la provincia de Chimborazo y del País, porque pensaba que la miseria toca el cora￾zón mismo de Dios, es la negación de su voluntad divina.
Por eso denunció el pecado, dijo que la miseria no es un destino natural de nosotros, sino el producto de estructuras injustas; es una ofensa a Dios porque es ofensa al hombre, al que da muerte y por eso es
mortal.
Dada su fe en el Dios de la vida, en el Dios del Éxodo, el pecado estructural era la más profunda contradicción con su fe y por ello no abandonó el ministerio profético;
por ello propició y luchó por soluciones justas a favor de los pobres, en especial los indígenas; creyó en un Dios sensible ante el clamor de los explotados, que· baja a liberarlos. Esa voluntad divina de liberación tenía que ser hecha eficaz. Esta es la razón
por la que estuvo del lado de los po￾bres, no por cálculo político sino ba￾sado en su fe en Dios liberador de los oprimidos.
Siendo un hombre de paz y a pesar de propiciar soluciones pacíficas, Monseñor Proaño aceptó por su fe, el misterio del conflicto que causa el pecado, y aceptó que ese pecado sólo puede ser superado mediante la lu￾cha contra él Por esa fe que busca la justicia asumió que los pobres, los de abajo, deben liberarse ellos mismos, como gestores de su propio destino. Arriba
están los dioses del capitalismo absolutizado y sus servidores: en cambio
al Dios de la liberación hay que en￾contrarlo abajo. Por esa su fe, Monseñor Proaño impulsó todos los movimientos justos del pueblo que lleven a su liberación, a la Nueva Sociedad de hombres nuevos, los hombres del Reino. 
Las federaciones de Cabildos, Cooperativas, federacio￾nes, barrios, organizaciones juveniles, sintieron el apoyo del Obispo. Creyó en el Dios de la Verdad, para ser libres y para tener la Verdad como arma de lucha exitosa, pues en su misma expresión conlleva la propia eficacia.
Monseñor Proaño creyó en el Dios de lo nuevo, no se asustó de la novedad de la historia, al contrario, hizo de esa novedad vehículo de su fe en Dios. Por eso, a nivel personal, supo crecer, cambiar y convertirse continuamente, para mostrar la verdadera humildad de los que creen en Dios. Vibraba siempre de manera nueva y distinta ante la experiencia de la fe y por eso comprendió de manera original su ministerio episcopal.
En su gestión como Obispo, muchos reconocen lo novedoso de su acción y de su teología.
Monseñor Proaño creyó en el Dios de los pobres. Ellos son el camino para creer en Dios, y ellos fueron sus maestros en la fe, él mimo confiesa que fue evangelizado por
los valores positivos que encontraba
en ellos; en “los crucificados de la historia”, en especial en los indíge￾nas”. (Cf. Mons. Proaño. Reflexiones sobre sus enseñanzas” P. Estuardo Gallegos)
La opción por lo pobres
Monseñor Proaño nació pobre, fue pobre y murió pobre, no por mala suerte, por destino o por desidia: su opción nace de la entraña misma del Evangelio, esto es de la Buena
Nueva de Jesucristo.
Su opción fue radical, porque no admitía claudicaciones, pero nunca sectaria; por eso quienes quisieron dividir o crear violencia entre los po￾bres de América Latina, quisieron utilizarlo, pero no lo consiguieron.
Por esta opción pudo comprender a los pobres, iniciar la inculturación del evangelio entre los indígenas y sacar la cara por ellos en todo momento.
Nunca se dejó comprar o halagar por los poderosos.
Durante su vida jamás acumuló y guardó para si algún bien. Nunca tuvo nada propio, todo supo compartir con los pobres: su vida, su tiempo, sus capacidades... y todo cuanto tenía a su alcance y a su disposición.
Los pobres acudían a él, individual y colectivamente, para pedir una ayuda, para compartir sus triste￾zas y sobre todo para demandar un consejo o recibir una fuerza orientadora para seguir luchando.
Nunca le oí hablar mal de los pobres e indígenas; quejarse de ellos; todo lo contrario, proclamó en todos los foros del mundo sus valores, capacidades y el Proyecto de Dios sobre ellos para liberar y salvar el mundo y construir el Reino.
No se preocupó de construir obras materiales, pero dedicó todo su tiempo a evangelizar a los pobres (en el verdadero sentido de la palabra) a concientizar y a organizarlos para que ellos mismos, dejando de ser objetos del sistema, construyan su dignidad.
Luchó fuertemente para que su Iglesia particular y la Iglesia Latinoa￾mericana y Universal sea pobre, se identifique con los pobres y sea seguidora de Jesucristo pobre.
El mismo en el libro, “Creo en el hombre y la Comunidad”, que es una especie de autobiografía dice: “Ese amor y respeto a los pobres, particularmente a los indígenas, llegó a formar parte de mi propia existencia.
Por esto he dicho que no he querido nunca ser traidor a los pobres...”.
“Si antes dije que la pobreza es un
don y que ese don tiene un senti￾do cuando viene acompañando del mensaje del evangelio, ahora digo que también la amistad de los pobres es un don y que tam￾bién este don viene acompañando de un mensaje”.

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