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martes, 10 de noviembre de 2015

“Los jóvenes descubren la sexualidad a través de prácticas cada vez más trash”

Una interesante entrevista para afrontar con realismo y confianza los retos de este mundo interconectado.
La pornografía se ha convertido en algo accesible a todos, también a los más jóvenes, quienes, a través de las pantallas, descubren la sexualidad por medio de prácticas cada vez más “trash” (basura). El abogado Erwan Le Morhedec, que repasa la actualidad a través de su blog Koztoujours, lo explica en la siguiente entrevista a Aleteia, en la que también ofrece herramientas para afrontar el mundo con esperanza en este mundo interconectado.
Usted constata una sexualidad hecha siniestra bajo el efecto de la pornografía convertida en banal. ¿Qué dificultades encuentran hoy los jóvenes en la aprehensión de su sexualidad?
Estas dificultades nuevas surgen, de hecho, de esta exposición a la pornografía. En los últimos años, el porno se ha convertido en algo accesible a todos, también a los más jóvenes, en todo momento, simplemente a través de un smartphone.


Allí donde, hace veinte años, era necesario el acceso al Canal Plus (lo que no era evidente para un adolescente) o a cintas de vídeo, ahora es suficiente con una conexión 3G en todo lugar y a toda hora.
Para los más jóvenes es evidente que las primeras imágenes a las que pueden estar expuestos pueden impactar de manera duradera.
El descubrimiento de la sexualidad está siempre acompañado de temores por una parte y por la otra. Miedo a no saber, miedo a no estar a la altura. Sin embargo, hoy los jóvenes descubren la sexualidad por medio de prácticas cada vez más trash (basura).
En mi libro, destaco cómo el discurso comercial de esta industria del porno traduce sin rodeos la realidad, y algo que las entrevistas complacientes de las estrellas del porno y otros artículos de prensa trending intentan ocultar: para existir en la masa del porno accesible en línea, las webs deben imperativamente ir a una sexualidad cada vez más dura.
Uno de esos actores se refería en el periódico Libération al hecho de que los sitios que le daban más rendimiento eran sus sitios zoófilos, y eso hace casi diez años.
El resultado es que los niños se sienten obligados a reproducir lo que ven, lo que se creen autorizados a hacer, son propensos a creer que una chica que rechaza ciertas prácticas es una chica con remilgos y al contrario, las chicas pueden temer que disgustar al rechazarlas y ser descartadas.
Esto induce una sexualidad doblemente violenta, física y psicológicamente. Además, la tendencia a la dominación, bastante frecuente entre los hombres, es totalmente exacerbada en estas películas, en las que las mujeres sólo están ahí para satisfacer las necesidades de los hombres.
Cuando las escenas no son explícitamente violentas, lo menos que se puede decir es que la ternura está excluida de ellas.
Esta sexualidad anormal es por otra parte susceptible de crear complejos o frustraciones entre los que no entienden por qué su propia vida sexual no es tan desenfrenada, porque su pareja (o su cónyuge) no es como en las películas.
Por último, muchos estudios destacan el efecto de acostumbramiento, de adicción que por una parte pude conducir a algunos a un consumo desenfrenado de porno y a una verdadera enfermedad, y por otra parte, a verdaderas incapacidades fisiológicas en situaciones sexuales normales y sin estimulación por vídeos porno.
El Papa Francisco apela a la alegría cotidiana en su exhortación apostólica Evangelii Gaudium. ¿Cómo mantener esta alegría en un mundo tan sombrío e incierto como parece ser el nuestro?
Yo creo que hay que saber dar toda la importancia que merece a la felicidad personal (a los placeres simples), que no es menos legítima. El Papa destaca en esta exhortación cómo Cristo mismo ha alabado la belleza de la Creación.
Hay que saber acoger la belleza de la naturaleza, la de un rayo de sol en la ciudad, un pájaro en un arbol, alguien que pasa sonriendo por algún pensamiento desconocido.
Claro que debemos tomar nuestras responsabilidades en el mundo, pero estos momentos son indispensables para que podamos hacerlo, incluso para saber lo que queremos proteger.
Hay que saber también dar sentido a las cosas en la sobreinformación a la que estamos expuestos. Pasamos nuestro tiempo siendo sometidos a escándalos, a injusticias, dramas frente a los que somos totalmente impotentes pero que a pesar de todo nos implican.

Los sitios de información, obligados a hacer volumen, nos bombardean con hechos ocurridos en países situados a miles de kilómetros, que nos indignan o entristecen pero que seríamos incapaces de cambiar incluso con la mejor voluntad del mundo.
Al menos hay que ser conscientes de ello y saber, a veces, cerrar nuestras ventanas al mundo exterior –incluyendo internet y los smartphones– para concentrarnos en nuestro propio mundo: nuestros familiares, nuestros vecinos, nuestro barrio.
También hay que evitar el gusto por el declive, no descartar las informaciones positivas, favorables. Hay sitios sobre buenas noticias, diarios que proponen páginas especiales sobre iniciativas solidarias,… Debemos saber dedicarles un poco de la atención que dedicamos a los males del mundo.
Por último, espiritualmente debemos cultivar el abandono. Debemos aportar nuestra parte y dejar el resto en las manos del Padre. Me gustan mucho las referencias de Cristo a los pájaros del cielo. Dios los alimenta, se ocupa de ellos. “¿No se venden cinco pajarillos por dos cuartos? Y sin embargo, ni uno de ellos está olvidado ante Dios. Es más, aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis; vosotros valéis más que muchos pajarillos”.

Pienso a menudo en estas palabras cuando la inquietud se apodera de mí. No cedamos a la ideología del control: no podemos controlarlo todo, así que sepamos abandonarnos a veces.


ALETEIA TEAM  10 NOVIEMBRE, 2015

Por Camille Tronc

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