Hoy, los católicos celebramos la fiesta del nacimiento de
Jesucristo, una fiesta que contiene muchos ritos durante la ceremonia
litúrgica. Es una festividad muy bella; y el conmemorar el nacimiento del Niño Jesús no
puede pasar desapercibido.
En mi diócesis se acostumbra desde el 16
de diciembre, celebrar la misa a las cinco de la mañana y posterior a
ella rezar la novena de navidad. Hoy, fue el último día de esta bellísima
tradición, que reúne a la familia en torno del altar y el pesebre. Pero muchas veces queda el sinsabor de que se pudo haber hecho más, aun cuando en
las calles y en la familia sigue existiendo pobreza, violencia, odio, división,
materialismo, el sinsentido mismo de la vida.
El tiempo de Adviento concluye hoy para dar paso a la Navidad,
cabe preguntar ¿hice una verdadera espera?
Pues el adviento implica esperar al que ha de venir, incluso los
villancicos populares o tradicionales en
sus estribillos rezan: ¡ ven, ven, ven, no tardes tanto !
Cuando la espera es consiente
y deseada, cuando el que ha de
venir de visita o a quedarse con alguien
en especial, la casa (yo) debe
transformarse, debe prepararse,
limpiarse, arreglarse, incluso
remodelarse, hay que botar los cachivaches que ya no sirven, tirar lo que se tiene guardado en el cuarto
de san Alejo, dejar espacio para que el que llega, se sienta cómodo, se sienta bien. Sin embargo; que difícil nos es a muchos entender la espera y aún más desearla. Porque el que viene (Jesús)
incomoda, el que viene quita espacio, el que viene desinstala.
Permitir que el que viene quite mis comodidades, mis vicios, mis aprensiones,
mi infidelidad, mi maldad, mi violencia, mi yo, no es tan sencillo. Es necesario amarlo más de la cuenta para cambiar todo en
mi vida, para aceptarlo y aceptar lo que
viene a hacer y a traer.
Esta noche se regalan muchas cosas, la familia ha entendido
que la noche de navidad es noche de cena y regalos, no está mal pero más
que eso, esta noche de 24 de diciembre,
el corazón debe hacer sustituciones y reemplazos. El pecado por el bien, la
división por la unión. El rencor por el perdón. ¿Difícil? ¡si!, nada más difícil
que perdonar, nada más difícil que abrazar al enemigo, nada más difícil como
destruir el orgullo, pero no hay otra alternativa. El nacimiento de Jesús esta noche en el pesebre implica concluir la espera,
implica la llegada del redentor a mi vida a hacerlo de nuevo todo, empezar, comenzar. Luz
para la oscuridad, vida para la muerte, amor para el desamor.
Entonces la cena de este 24 de diciembre, la entrega de
regalos ya no será entre dos o tres, sino que tendrá un ejército de invitados.
Esos a quienes hoy perdoné, a esos a quienes hoy decidí amar, esos a quienes
hoy son Jesús sufriente con frío y
hambre de paz, justicia y amor. Entonces la cena de este 24 de diciembre concluye mi espera y mi preparación, abro las
puertas y vuelvo a decir: ¡Tanto he esperado este momento!
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