Desde el inicio de su mandato, el actual alcalde
de Ipiales ha demostrado una preocupante ausencia de liderazgo real. Las
promesas que repitió con vehemencia durante su campaña; combatir la
inseguridad, mejorar la movilidad, garantizar agua potable y generar empleo,
entre muchas otras;
hoy parecen solo frases vacías.
Más de un año y medio después de su elección,
los resultados son casi inexistentes. Las pocas obras ejecutadas no son de su
autoría, sino proyectos heredados. Mientras tanto, la ciudad avanza sin rumbo,
como si no tuviera quien la gobierne.
La inseguridad aumenta y los grupos ilegales
fortalecen su presencia, mientras el mandatario se limita a hacer anuncios sin
acciones. La falta de autoridad institucional es evidente.
El problema del agua no se resuelve. Aunque se
afirma que solo quedan algunos barrios sin servicio continuo, la potabilidad
sigue sin garantizarse. No se observa una solución integral ni inversión real.
La movilidad es caótica. Recorrer tramos
cortos en horas pico toma hasta una hora en una ciudad tan pequeña. No existe
una política seria para el tránsito urbano ni una planificación vial eficiente.
La gestión de residuos es otro ejemplo de
improvisación. No hay educación ambiental ni clasificación adecuada. Los
contenedores instalados sin criterio solo evidencian desorden y un panorama
desagradable para el ornato de la ciudad.
En lugar de enfrentar los problemas
estructurales, Pantoja prefiere posar ante las cámaras como pseudoinfluencer y
organizar eventos al azar. La ciudad no necesita un influencer, necesita un alcalde.
Ipiales exige un alcalde que gobierne, que
asuma su responsabilidad y deje de actuar como espectador. No es suficiente
aparecer en redes y pretender cumplir su sueño de ser periodista: es urgente
que empiece a dar resultados y a ponerle pilas al plan de desarrollo local.
Improvisar y hacer las cosas al paso, en el
día a día, no llevará a la ciudad a buen puerto. Aún queda tiempo de gobierno,
pero entre la ley de garantías, los viajes, las vacaciones, las fiestas populares,
las inauguraciones de obras heredadas, los paros y los espectáculos deportivos,
este se va a escurrir como agua entre las manos, y nos vamos a quedar viendo un
chispero del tal “cambio prometido”.
La improvisación y el silencio también son
formas de abandono.